domingo, 16 de marzo de 2008

El país que se llamaba Síap

Me cuento un cuento:
Érase una vez un país en el que todo -o casi todo- funcionaba al revés. La gente sana moría prematuramente, los niños se mataban trabajando para criar a sus padres y los presidentes y los diputados eran personas con nobles intenciones. Un amanecer en el que el sol estaba ya poniéndose en levante, Ignacio se ataba con los pies las cintas de los zapatos calzados en sus manos. El niño se incorporó sobre el cielo de su casa y comenzó a caminar sobre sus largos y delgados brazos, y entonces recordó que esa mañana no tenía por qué ir a trabajar. La semana anterior había presentado su carta de renuncia a su jefe inmediato, anticipándole con tres semanas su retiro. Pensaba el ingenuo que el trabajo es asunto de personas responsables. Pensaba el inocente que en cuestiones profesionales hay que actuar como si se fuera responsable. Como si la nobleza y la consideración fueran importantes para la sana convivencia. A Ignacio le flaquearon los brazos y pensó, tambaleándose: "O sea que para mi jefe hubiera sido mejor presentar el mismo día de mi retiro mi carta de renuncia". Entonces sospechó algo raro: entendió que ese absurdo solo podía ser producto de que estaba soñando. Y comenzó a luchar en su mente para tratar de despertarse. Tras retorcer su cuerpo y su mente unos segundos en la cama, se despertó. Y, ya despierto, sonrió aliviado. Todo funcionaba como en la vida real, como lo había visto en la tele, como lo había vivido en sus cortos 10 años de vida. ¡Y tenía que ir a estudiar! De un salto cayó al piso, temiendo oír el inminente grito de su madre -"¡te agarró la tarde, te dormiste otra vez!"-. Pero no fue eso lo que oyó, sino el golpe apagado y seco que produce un cuerpo al caer al piso frío. Y eso lo despertó de verdad. Y recordó que los diputados tenían intenciones nobles. Y que los niños manteían a sus padres. Y que por suerte su familia estaba enferma y, por lo tanto, a salvo de peligro de muerte. Al despertar de verdad supo que ese día no tenía que ir a trabajar porque su jefe, ofendido, le había dicho que lo correcto era que se fuera como muchacha que se desvanece como fantasma un día cualquiera. Que las bobadas de anunciar con anticipación su renuncia eran eso, bobadas y puras patrañas. Que agradeciera que estaba de buenas y no llamaba a la policía. Que agradeciera que tal responsabilidad y consideración no se penara con cárcel ahí. Ahí, en ese país llamado Síap.

4 comentarios:

contrapoder dijo...

Como esto no lo lee ni mi madre, me arrogué el derecho a escribirme el primer comentario: qué cuento tan aburrido. Sugiero buscarse otro blogger o volver a intentar otro día. Quién sabe y tal vez solo están soñando que están despiertos.

contrapoder dijo...

PD: Esto debe ser un récord mundial: no pasó ni un minuto desde la salida de mi primer texto cuando ya estaba entrando un primer comentario. Gracias, Contrapoder. (Y nuevo récord: dos comentarios dos minutos después de estrenar mi blog).

Camila Calles dijo...

No soy tu mamà, pero estoy leyendo tu blog...que encontre gracias al de la Ele, con la noticia de tu retiro de LPG...realmente te considero el mejor editor que tenía ese periódico, unámonos y hagamos un medio en el que valga la pena hacer periodismo...JA!!
Te estaré leyendo...
Salú
PD:estás en mi blog con tu pregunta a Silvio Rodrìguez

contrapoder dijo...

Camila: en efecto, creo que no sos mi madre. Un abrazo desde las afueras de LPG. !Sos la primera lectora que llega a mi blog y cuelga un comentario! En efecto, vi en tu blog la entrevista del peruanito a Silvio y escuché ahí mi voz. Increíble cómo se rescató eso después de... esa entrevista fue cuando aún había guerra en El Salvador. Habrá sido allá por 1991.